Masitas (Scones)

Si hay una sola confección por la que yo soy conocida en este país, es por mis masitas. Ahora bien, quizás tú estás pensando, “¿En serio?” o “¿Que es una masita?” Pues, quédate conmigo hasta el final y te aseguro que te enamorarás de las masitas.  Bueno, al menos que tú seas como mi compañera de casa, Kiki, que no le gusta ni el bizcocho, ni las galletas, ni los brownies! (respiro profundo) Yo sé, yo sé. Es horrible. ¿Pero qué puedo hacer? Yo he intentado tentarla con unas ricas creaciones, y nada. Se mantiene firme en sus gustos equivocados.

Primero que nada, debo aclarar que la masita a que me refiero no es la masita tradicional de la República Dominicana. Realmente, como verás en los siguientes párrafos, es un tipo de panecillo inglés que se llama “scone” (se pronuncia como “scon.”) Los scones pueden ser sutilmente dulces (como los que voy a compartir hoy) pero también pueden ser salados, utilizando variadas combinaciones de sabores como queso cheddar con puerro fino o queso parmesano con romero.

Pero, volviendo al punto, déjame contarte mi historia con la masita. Todo comenzó hace muchos años cuando yo era una niña (ok, no hace taaaantos años) e iba todas las semanas con mi hermana donde unos vecinos para aprender a montar caballos. La mujer que cuidaba los caballos y nos daba clases era de Sudáfrica y tenía un acento encantador. Me fascinaba como ella decía mi nombre. Un día, nos invitó a su casa a tomar un té y nuestra mamá nos complació a llevarnos. Allí, ella nos preparó una delicia de su país – scones. Todavía recuerdo cómo ella se veía en su cocina con las manos llenas de masa. Nos sirvió los scones junto con una mermelada de moras y crema espesa inglesa (piensa en algo entre la crema de leche y crema batida). Fue exquisito y me sentí toda una princesa comiéndomelo con una tacita de te.

Desde ese día, quedamos encantadas con los scones. Mi mamá buscó una receta y comenzamos a hacerlos de vez en cuando en casa, especialmente cuando venía un invitado o si íbamos a ver una película de Jane Austen (para hacernos sentir como damas inglesas de los años ños mil ochocientos). 

Después de mudarme a la RD, recuerdo un día que me sentía muy nostálgica y me hacía mucha falta mi madre. En un intento de hacerme sentir más cerca de ella, decidí hacer los scones que siempre hacíamos juntas. Como la receta produce muchos scones (entre 18-24), quedé con demasiados para solamente comer entre mis dos compañeras de casa y yo  (bueno, sin volvernos glotonas). Así que, llevé unos cuantos al colegio el próximo día para compartir con mis compañeros de trabajo. Pues, fue un gran éxito. A todo el mundo le encantó y me preguntaban cómo se llamaba esa confección. Cuando le dije que se llamaba un “scone”, todos me miraban un poco confundidos y decidimos que necesitaba un nuevo nombre en español. Una amiga le dijo masita al scone, y el nombre se pegó. De allí en adelante, los scones se convirtieron en las masitas. 

Lo que comenzó siendo el simple antojo de una chica melancólica se convirtió en mi distintivo. Mis compañeros de trabajo comenzaron a pedírmelas, y a cada rato, si no las había hecho en unas cuantas semanas, se quejaban. Las comencé a hacer con tanta frecuencia que, sin querer, memoricé la receta y dejé de usarla. Hasta llegó al punto donde si yo iba a llevarle algunas masitas a alguien en el trabajo, tenía que dárselas de manera escondida, para que las demás personas no se enojaran conmigo.

Algo que me encanta de las masitas es el proceso táctil de formarlas. Me encanta la sensación de meter mis manos en la masa y sentir su suave textura entre mis dedos. Me gusta como ella se moldea con la presión de mi palma y coge la forma  que le doy. Es un proceso tan gratificante para los sentidos, involucrando mi vista, tentando mi olfato, deleitando mi tacto y culminando con una rica indulgencia para mi gusto.

En el transcurso de los años, he experimentado un poco con la receta y he inventado algunas variaciones. Pero, siempre vuelvo a la receta original, porque, aunque es simple, ¡es realmente perfecta tal y como es! Acompañada de una taza de café, es la perfecta merienda para un descansito en la tarde. O si eres como yo, y te gusta desayunar algo dulce, es un rico desayuno servido con unas frutas o un poquito de mermelada. También, me encanta romperla en pedazos y mojarla en mi cafe. 

Algunos Tips:

-Normalmente cuando horneamos, queremos que la mantequilla esté suave, y la dejamos afuera de la nevera por 1-2 horas antes de usarla. Pero, en este caso, es crucial que la mantequilla esté bien FRÍA. Déjala en la nevera hasta el momento en que la necesites. Hay personas que les gusta congelar la mantequilla y guayarla, pero para mi es demasiado trabajo. 😉 El punto es que, necesitas mantener la mantequilla súper fría. Las masitas no quedarán igual si tu mantequilla está suave o aún peor, derretida.

-El primer paso en esta receta es mezclar la crema agria con bicarbonato de soda. El propósito de este paso es para que el bicarbonato de soda cree una reacción química con la crema agria. Se pondrá esponjosa y crecerá en tamaño por las pequeñas burbujas que formarán. Asegúrate de ponerla en una fuente que le de espacio para aumentar.

-Esta receta requiere un ingrediente que se llama ‘cremor tártaro.’ Es un polvo blanco que tiene muchas funciones, pero aquí sirve como un agente leudante que, junto con el bicarbonato de soda, ayuda a que las masitas crezcan en el horno. Lamentablemente, puede ser un poco difícil de encontrar aquí en RD. Si la encuentras, puede que la etiqueta tenga el nombre en inglés, que diga “Cream of Tartar”. Usualmente, viene en un potecito pequeño, pero no te preocupes, te durará mucho tiempo porque solo utilizarás una pizca en cada receta. Yo solo he tenido que comprarla 2 veces en 5 años, y eso dice algo, porque hago las masitas con mucha frecuencia!

-Si te gusta hacer pan, serás tentado a amasar la masa. Pero, ¡no lo hagas! ¡Resiste la tentación! Para mantener la textura suave y ligera de las masitas, es importante no manejar la masa demasiado. Querrás tratarla con delicadez, moldeándola suavemente.

-Para medir la altura de tu masa antes de cortarla en triángulos, yo utilizo mi dedo (créeme, es más fácil que buscar una regla). Simplemente, doblo el dedo índice completamente y uso la parte entre el nudillo y la coyuntura encima de la uña para medir la altura de mi masa. Es básicamente una pulgada.

-Antes de cortar las masitas, es útil cubrir tu cuchillo con un poco de harina para que la masa no se pegue. Yo acostumbro a ponerle más harina después de cada cortada para que se corte de manera limpia.

-Es importante no sobrecargar la bandeja de masitas, porque ellas necesitan espacio para crecer. Normalmente, pongo 12 a la vez. La masa que queda, la entro en la nevera para que se mantenga fría, porque recuerda que es importante no dejar que la mantequilla se derrita, y aquí en RD, bueeeno, si se quedan en la mesa, ese calorcito hará su efecto en la mantequilla.

-Yo encuentro que es muy útil usar un pedazo de papel de hornear (no papel encerado, ese se pegará a tus masitas) encima de la bandeja. Así, cuando las saque del horno, puedo deslizar el papel con las masitas directamente a la mesa para que se enfríen. Eso sirve para dos funciones. 1. Evita que las masitas sigan cocinándose en la bandeja caliente. 2. Te permite seguir usando la bandeja para la próxima ronda de masitas. (Eso para mi es muy útil porque solo tengo una bandeja.)

Adiciones opcionales:

-Puedes agregar 1 taza de pasas, de arándanos frescos o congelados (asegúrate de secarlos bien o su jugo correrá a la bandeja y se quemará), o de chispas de chocolate según tus gustos. Personalmente, me encanta añadir arándanos frescos. Simplemente agrégalos al final y mezcla con mucho cuidado para que no se rompan y boten su jugo.

-Si te gusta un sabor específico, puedes agregar una cucharadita de extracto de vainilla, almendra, limón, naranja, etc. (¡sé creativo!)

-Si estás cuidando tu consumo de grasa, puedes sustituir 1 taza de yogur sin azúcar para la crema agría (si tiene azúcar, tendrías que disminuir la cantidad de azúcar en la receta). Lo he probado, y quedaron bien, solamente tenían un sabor un poco mas ligero.

Ahora, la receta…


Cuando hago las masitas y tomo esa masa suave y moldeable en mis manos para darle forma, pienso en la manera en que Dios trabaja con nuestros corazones. No nos trata bruscamente ni nos aplasta (aunque tendría todo el derecho de hacerlo por nuestro abundante pecado y rebelión), sino nos toma de manera tierna y va moldeándonos con gentileza, suavemente persuadiéndonos para tomar la forma que nos quiere dar. Su propósito es hacernos parecer más y más a Cristo con cada toque, cada apretón, cada cortada. Este proceso se llama santificación.

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que

fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo.” Romanos 8:29a

A veces, Él tiene que usar un poco de presión para conformarnos a Su perfecta forma e imagen. En esos momentos cuando nos sentimos incómodos por el toque firme de Sus manos, podríamos llegar a cuestionar Su bondad y Su propósito. Somos tentados a gritar, “¿Por qué me haces pasar por este proceso? ¡Me duele!” 

¡Ah, pero si tan solo pudiéramos ver lo que Él está haciendo con nosotros! Él quiere tomar la masa desordenada y grumosa de nuestro corazón y formar algo hermoso. Pero es imposible hacer eso sin que nos sometamos a Él y al proceso de ser formados, moldeados.  

Imagínate si la masa se pusiera dura e imposible de moldear. Pasaríamos mucho trabajo  para darle la forma correcta a las masitas. Y si ella se negara a aceptar nuestro manejo, nunca podríamos llegar a la meta de crear el producto final. Gracias a Dios, la masa no tiene su propia voluntad y se somete voluntariamente a la presión de nuestras manos. 

Aprendamos la lección de la masa y sigamos su ejemplo. Debemos siempre mantener nuestros corazones suaves al toque de nuestro buen Chef y Artesano. Quizás no veamos Su propósito ni sepamos cómo será el producto final ni entendamos qué es lo que Él está tratando de formar en nosotros. Pero, sí sabemos quién Él es. Sabemos que Él es digno de nuestra confianza, y más, de nuestra obediencia. Rindámosle nuestra plena sumisión ante Su mano santificadora. Todo lo que Él hace es para nuestro bien. Mi oración es que examines tu corazón para ver si estás resistiendo el moldeado del Señor. Si Él te revela aún una pizca de rebeldía en ti, arrepiéntete y clama como el salmista…

Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.” Salmos 143:10a

Con mucho amor y una pizca de sal,

Jenna

 

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